viernes, 24 de agosto de 2007

ADIOS



En el suplicio de una nota triste,
Entonan la canción de la angustiada,
La claridad que irrumpe sin decoro,
Haciéndome olvidar mi madrugada.

Sosteniendo el alma en mis manos,
Perdiendo la cordura de lo que diré,
Amarrando el sentido de las palabras,
Que se pierden con el viento,
Que amanecen en tu cama.

Prevale la miseria
Y la arrogancia se hace cada vez más insoportable,
Ya no mendigas los abrazos,
Pues los tienes,
En otros brazos.

Ilusiones socavadas,
Realzan al ruin con sus miradas,
Atrofiando los momentos,
En que la brisa era mía
Y no de un duende de cama.

Saboreo con mi último gusto,
La belleza de mi adiós,
Destruyendo esos lazos,
A los que una vez llamaste amor.

Calcinando la mirada,
Con hojas escritas de derechos,
Que favorecen la grieta
Y motivan otro camino.
Separando los brazos rotos,
Que se mantenían unidos,
Oyendo,
Apoyando.

Hoy solo se separan,
Por la vaguedad
Y el fracaso.

MI MUERTE


En la sumisa entrada a la paciencia,
Descansa la tolerancia
Y el olvido.

La tarde marca su hora tanto como la muerte,
Sin saber de dónde viene,
Se apodera de ti como un veneno espeso,
Con fuerza angustiante,
Que te impiden gritar,
En el momento más desesperante.

Te acorrala,
Te lleva al lugar que alguna vez sepultaste junto al pasado,
Te hace pensar y reaccionar.

Mientras tus venas se agitan
Y cantan la canción de despedida,
De este mundo al lejano
O al que no conoces.

Todo se acelera en un solo minuto,
Ves los colores que odiaste,
Cuando gritan,
-No respira!

El sudor va recorriendo tu cuerpo,
Devorando tu impaciencia,
Haciéndote sumiso al momento inoportuno que se adueño de ti.

Solo pides perdón con tu último suspiro
Y dejas descansar,
Ese trozo de carne que guardaba tu vida.



“Casi muero en una sala de operaciones, llegando un ser y casi despidiéndose otro, pero la voluntad de Dios fue que nos salváramos las dos”.

LA AMANTE




En la mirada incierta de una amante enamorada,
Se desgarran las palabras
Al emitir el sonido del adiós.

El adiós que rompe un llanto interno,
Preciso y doliente,
Creando un ambiente de miseria y dolor.

Donde los ecos corren a la velocidad de las palabras,
Sin que estas puedan dejar su huella,
Sin que puedan cerciorarse de que estuvieron allí.

Entre las sabanas de seda,
Se envuelve el adiós
Y la desesperación,
De una mujer que ama
Y que solo obtiene migajas;
Las cuales la alimentan
Y le crean la necesidad de un estomago vacio,
En la incertidumbre de necesitar más.

Deseando un manjar,
Que su boca no podrá saborear,
Pues lo que ama,
No le pertenece,
Solo en momentos claves,
Cuando él se escapa a verle.

Suplicándole al tiempo que corra deprisa,
Para poder volver a verle,
Para poder volver a tenerle.

Rasgándose el alma,
Su pena le acompaña,
Hasta que de nuevo salga el sol
Y ella espere hasta el atardecer,
La entrada de él,
A su almohada.