En la sumisa entrada a la paciencia,
Descansa la tolerancia
Y el olvido.
La tarde marca su hora tanto como la muerte,
Sin saber de dónde viene,
Se apodera de ti como un veneno espeso,
Con fuerza angustiante,
Que te impiden gritar,
En el momento más desesperante.
Te acorrala,
Te lleva al lugar que alguna vez sepultaste junto al pasado,
Te hace pensar y reaccionar.
Mientras tus venas se agitan
Y cantan la canción de despedida,
De este mundo al lejano
O al que no conoces.
Todo se acelera en un solo minuto,
Ves los colores que odiaste,
Cuando gritan,
-No respira!
El sudor va recorriendo tu cuerpo,
Devorando tu impaciencia,
Haciéndote sumiso al momento inoportuno que se adueño de ti.
Solo pides perdón con tu último suspiro
Y dejas descansar,
Ese trozo de carne que guardaba tu vida.
“Casi muero en una sala de operaciones, llegando un ser y casi despidiéndose otro, pero la voluntad de Dios fue que nos salváramos las dos”.
viernes, 24 de agosto de 2007
MI MUERTE
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Excelente! Las palabras encajan con tu titulo vivido. Muy cautivadora.
Publicar un comentario