Las esperanzas son sentidos,
son sueños dentro del alma,
de la piel
y el corazón,
son razones para creer en lo no creíble
y querer lograr lo imposible.
La seguridad de vivir un presente,
son los rasgos para un futuro prospero,
llenos de metas,
que vuelan con sus propias alas
y que juguetean con las manos humanas para ser alcanzadas.
El motivo de una vida para seguir inalando la realidad,
es sustentada con una esperanza,
con un sueño que promete ser real,
tal vez no hoy,
tal vez no mañana,
pero se siente la certeza de que algún día llegará.
La esperanza,
es la causa de luchar,
es el sueño el motivo de creer,
son las metas nuestras rutas al saber,
somos nosotros los emprendedores de ser.
La dulzura del alma,
es la esperanza,
aquella por la cual se vence,
con ansías de tenerla.
Son los fragmentos que luego se transforman en sueños
y van convirtiéndose en metas.
Esas metas que carecen de estructura física ante la esperanza
y que forman sus siluetas al llegar.
No soy más que una esclava de las esperanzas,
de lograr lo prometido
aquel sueño que desde mi esencia me anima.
Soy culpable de obtener el termino
y romper esquemas,
impulsada por mis esperanzas
y mis sueños,
sometida a la voluntad de llegar a la cima de mis logros.
No soy la esperanza,
ella soy yo,
forma parte de mis sueños,
me impulsa a salir
y enfrentar mis miedos,
aquellos que en el pasado me amedrentaron
y me empujaron contra las sombras del olvido.
Me ha hecho capaz de lograr lo forjado,
de saciar ese sentir,
que se moldeaba dentro de mi,
haciéndome vivir,
olvidando los dolores
y pesares por los que pase,
aquella,
que no me abandonó, que formó todo mi interior
y nunca se apago,
sí,
es ella,
la esperanza.
La esperanza de llegar lo que deseaba,
de alcanzar lo que quiero,
de ser lo que he añorado,
de ser más
y pensar menos,
de ser,
de ser yo.