martes, 11 de agosto de 2009

Se me cuela la vida





-¿Por dónde escaparé? Es que soy un imán para la policía. Solo tengo tres días en la ciudad y ya alguien me reconoció. Quisiera saber quien fue el inmundo gusano que me delato, para hacerle tragar la lengua de un zarpazo –se decía para sí Mauricio, mientras abrochaba sus zapatos con tal rapidez que se le olvida abotonarse la camisa-.
Sale en bola de humo por las escaleras de incendio, aun lleva en la boca encendido su cigarro. Salta a un motón de cajas apiladas y su cabeza da con un metal que se escondía entre las cajas, dejándolo inconsciente.
Todo se hace denso, paulatino, las voces que escuchaba, van perdiendo los matices naturales de articulación, parecen entonaciones de monstros que se abrazan con las sombras. Mauricio abre sus ojos, con un fuerte dolor se agarra la parte trasera de la cabeza y descubre un poco de sangre. Se levanta con dificultad y camina tambaleándose de un lado a otro. Al querer salir del callejón, observa que aun hay policías buscándolo, interrogando cuanta persona cruce la calle. Su situación ya era grave, su cabeza seguía sangrando, la adrenalina iba en aumento, no tenia escapatoria, era entregarse a la policía o morir cuan rufián, solo y en un callejón donde abunda la basura.
Por primera vez Mauricio sintió que se le colaba la vida, se le iba por la alcantarilla que construyó: de mentiras, ultrajes y de asesinatos que reclamaban su ida a la cárcel. No tenía salida. Se sienta en el suelo, exhausto, delirando, llorando, sentía la necesidad de que le otorgaran una segunda oportunidad. Mientras sus luciérnagas alucinantes entraban a su cabeza, le picaban los huesos del remordimiento. Se deja caer totalmente al suelo y se encuentra con el pavimento, la sangre huye de su cuerpo, escapándose por el hueco de su cabeza y delatando así su ubicación. Sólo allí, Mauricio yace en el suelo, sin a nadie a quien le duela. Allí a Mauricio…se le cuela la vida.