jueves, 16 de agosto de 2007

PERDIDA




Entre los labios de una puerta abierta
un sonido extraño escuche,
la llamada de una voz
que con horror suplicaba perdón.

La mirada vaga de un perro sigiloso,
entra en mi el misterio del por qué,
por qué se baja la guardia,
cuando no se debe,
en el momento donde lo oscuro debe ser aviso
a la manos.

Me pierdo en el pensamiento del perro que era sigilante
y de repente caigo sumisa al suelo,
parándome,
sacudiendo mis rodillas,
como quien sacude al pasado,
para borrarlo,
para no traerlo de nuevo al presente,
levanto mi rostro,
asustada,
atenta
y me saludan a la entrada
varios túneles que componen un laberinto.

Estoy asustada,
perdida,
confundida,
de cómo llegue aquí,
y de cuanto deseo yo salir.

No sé cual tomar,
las observo,
trato de ver cual se ve más clara,
cuál es el más confiable.

Veo uno,
el ultimo,
camino con pánico,
sin distraerme por las ramas que tocan mi rostro,
voy adentrándome
y conmigo la voz que había bajado su volumen
vuelve a gritar.

Comienzo a preguntar,
la susodicha pregunta que distingue a las películas de horror
¿Hay alguien allí?

Sin escuchar una respuesta,
camino más rápido,
tratando de encontrar una salida,
para no sentirme mas perdida.

Puedo ver una luz,
fuerte,
amarilla,
al acercarme me doy cuenta,
que es solo una estatua con unas lámparas,
todo derredor parece una especie de parque,
un parque triste
y abandonado,
dándole con eso un toque más que atrayente,
tétrico.

Ya no se qué hacer,
mis pies están cansados,
tanto como mi cuerpo,
tengo miedo de dormir
y lo que me grita pueda atraparme,
de lo que no me contesta,
me acorrale,
haciéndome saltar a una muerte que no deseo.

Me siento,
abrazándome con mis brazos para no sentirme sola
y perdida,
salen algunas lagrimas,
ausentes,
angustiadas,
reflejan lo que no he querido decir desde que empecé el trayecto,
que me duele estar perdida,
que no he sido astuta esta vez,
que ahora necesito ser encontrada
y rescatada.

Entre el pensamiento inoportuno de mi cabeza,
se acerca una brisa fría que recorre mis caderas,
haciéndome temblar de miedo más que de frío,
sostengo mis manos
y ruego a Dios,
de repente la voz de horror,
me grita al oído,
salto del espanto
y caigo de mi cama,
solo allí me di cuenta
que era un sueño,
que estaba perdida en un sueño,
que parecía real.
Me levante del suelo
y apague mi despertador,
mire mi puerta
y vi tres laberintos,
la del baño,
la del armario
y la cocina,
me di cuenta que no era un sueño,
sino mi vida,
aun estoy perdida,
entre el tiempo
y la cotidianidad.